jueves, 1 de noviembre de 2012

Érase una vez...

Una niña perdida. Por más que buscaba corazones grandes, como el de su abuelo nunca los encontraba.

Pero algo sabía: su segunda conexión espiritual con el más allá fue cuando murió su abuelo. Hoy sabe que la estaba perdonando por lo que ella no podía.

Caminó en solitario, durante años, aunque con esa sensación que tenemos tantos: que alguien nos mira.

Ante la negativa de sus padres, continuó ayudando a los más necesitados, intentando hacer ver que una pequeña acción deja siempre su huella.

Claro que no era perfecta. Nadie lo es. Su peor demonio fue ella misma, que hizo que quisiera explorar todo lo que existía en ella, tanto pacífico como agresivo.

Sin embargo, mientras al pacífico nunca puso barreras, explorando todas sus vías, al lado violento le puso siempre sus límites. Esos límites se definían por su anhelo de ver la vida desde otro punto de vista, más humano.

Conoció muchos seres fantásticos y fantasmagóricos en esa búsqueda, de los que quiso aprender lo que pudo.

Pero, cuando la forzaron a elegir, ese debate interno que todos tenemos, eligió amar la vida. Existían muchos motivos para hacerlo, frente a un motivo, sólo uno, que le hacía mirar esa violencia y quererla.

Dos días sin dormir y prácticamente sin comer, meditando que opción tomar, cuando se dio cuenta que todo, absolutamente todo lo que pasaba por su mente para mirar a ambos bandos era una cosa: el amor.

Quizá no sea el proceso más rápido, pero, como dice mi amigo: vamos despacio porque vamos lejos. Ese eslogan se eligió entre todos, cuando empezamos a tomar las calles.

Quizá el problema reside en que, aquellos que tienen corazón, no tienen poder, y viceversa.

O quizá es que, en algún momento, se olvidaron de darle importancia.

Quizá sólo hace falta una chispa, que haga que queramos hacer unidad por un lugar mejor, en vez de potenciar el odio, destronando a alguien que, como la banca, siempre gana.

Quizá es hora de modificar la estrategia ante este problema que nos rodea día a día, y que nosotros empecemos a ser responsables de TODOS nuestros actos.