miércoles, 24 de abril de 2013

Paz interior

Y tras todo el dolor acumulado a lo largo de los años, un día decides dos opciones:
O bien convertirte en hielo, y anticiparte a ellos (cosa que muchos eligen a lo largo de sus vidas) o bien perderse para reencontrarse.

Este último mes he estado muy perdida, meditando sobre esto.

Y es que viví un cambio tan grande en mi vida que al principio me aterró, pero después me abrió un mundo de posibilidades.

Aunque en este punto, el dolor se empieza a convertir en tristeza, experimentas en tu día a día cambios tan positivos que resistes esos días.

Y así, poco a poco, día a día, todos estos sentimientos desaparecen, y es entonces cuando te das cuenta de tus miedos más profundos, los has dejado atrás.

Cuando abrí los ojos, sólo quedaba paz mental.

Es curioso como un año puede cambiar tanto a una persona, y a la vez tan poco.

Por fuera ser la misma, por dentro una lucha interior sin descanso, hasta que decides qué aprender de las etapas pasadas para seguir caminando.

Nunca seremos santos, tampoco demonios, sólo personas. Y cuando dejas de juzgar (cosa que por desgracia todos hacemos), es cuando sólo ves eso: personas. Diferentes pero iguales, todos con problemas y preocupaciones, todos con miedo, pero también todos con momentos felices y muy humanos que merecen la pena recordarlos siempre.

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